lunes, 28 de noviembre de 2011

Luces en la noche

En uno de esos almuerzos rodeado de libros, donde la comida pasa a un ultimísimo plano, llegó hasta mí Tibór Chaminaud con su poemario Luces en la noche.

Lemu Ruca

Levantamos
la cabaña
en lo alto del bosque.

Rodeada de cohíues
milenarios
y de rojas aljabas
que columpian
sus flores en el bosque.

Por sus ventanas
se nos mete el cerro.

En el otoño
con sus rojos ñires
y la sangre
radiante de sus lengas,
y en primavera
con el oro
fúlgido
de sus retamas.

Y ahora que es invierno
como un gran monje blanco
se vistió la montaña.

Como un gran monje blanco
que nos mira
estático y solemne
desde el profundo cielo.

Tibór Chaminaud
del libro “Luces en la noche”



Vacío

Por más que hablemos
ya no queda nada,
ni fuiste nunca
ni yo habré nacido.

Ni tuve días dorados
en la infancia
ni pájaros
volando de mis manos
ni lágrimas
ni risas
ni lamentos.

Por más que hablemos
ya no queda nada.

Ni leímos a Lorca
ni a Machado.

Ni una sombra
quedó de aquel Lugones
ni de Borges
que pasa
y que se aleja…

Ni fuimos a la escuela
cuando niños.

Ni juntamos
piedritas de colores
por los viejos
caminos de Entre Ríos
cuando llevábamos colgada la pizarra
─nuestro primer cuaderno─,
camino del colegio.

Nunca llevé a mi lado
tus quince años…

Jamás besé tu boca
ni gocé tu sexo
y no tuvimos hijos
ni pasamos felices
por la vida.

¿Dónde te fuiste
mi pequeño
juguete de colores?

¿Dónde andarás ahora
perdida entre la niebla
del vacío absoluto?

Tibór Chaminaud
del libro “Luces en la noche”

jueves, 3 de noviembre de 2011

3000

Manteniendo la estrategia del paso a paso, alcancé ahora los tres mil ejemplares. En lo que va del año, conseguí vender más que en la década anterior. Aunque es verdad que en este momento me dedico exclusivamente a difundir mis libros, además de escribirlos y publicarlos de manera independiente.

Parece mentira. Sólo es cuestión de ponerse objetivos, mantener el foco, y no gastar energías en actividades que poco tienen que ver con lo que de verdad quiero.

A veces me pregunto si soy escritor, editor o vendedor. Y la respuesta es obvia: soy las tres cosas. Escribo lo que necesito decir, lo que fluye, lo que no puedo evitar. Publico dando lo mejor de mí, tratando de estar hasta en el último detalle (aún sabiendo que siempre algo se me escapará, y será corregido en la siguiente edición). Vendo con la convicción de que estoy siendo sincero en lo que hago, con la certeza de que ese libro que ofrezco es todo cuanto pude dar, y que, si no es mejor, será por los límites propios de la capacidad, y no por los del trabajo.

Falta, lo sé. Espero más (siempre espero más). Pero de alguna forma se va ratificando la senda elegida.